Vamos llegando a una edad en la que ya recordamos con nitidez cómo eran nuestros padres, y sobretodo qué tenían, con estos años aproximadamente.
Nos genera cierta decepción recordar que a estas alturas ya hacía tiempo que tenían una muy buena primera vivienda en propiedad, uno o dos coches y, en algunos casos, una segunda vivienda en la playa. Contaban con solvencia suficente para ofrecernos un holgado nivel de vida, con todas las comodidades, muchas de las cuales ellos no habían disfrutado en su infancia.
Como factor adicional irritante, todo lo anterior lo consiguieron con los ingresos del padre únicamente.
Rondando los cuarenta, era natural ser jefe de algo, al menos un mando intermedio, con un buen salario en consecuencia. Hoy es una rareza encontrarse a alguien de esa edad en ese tipo de posiciones.
Tampoco era extraño tener una empresa, de nueva creación o heradada familiarmente, que generaba una más que interesante caja. Sobre los prejubilados de grandes empresas públicas y bancos con unos 50 años, mejor ni hablamos.
La pregunta desde la frustación que muchos de mi quinta se hacen es ¿y nosotros por qué no?
Nuestros padres, nacidos en los 40-50, sufrieron en su juventud la última parte de la dictadura franquista. Cierto. Pero la clave es que disfrutaron del continuo crecimiento de la economía española en los 80 y 90, período al que entraron con 25-35 años, justo en el momento de desarrollar su carrera laboral.
Crecimiento de la economía significa que las empresas venden más, contratan a más personas, suben los salarios, se necesitan más jefes, la administración pública también crece, con sus jefes adicionales, y un largo etc dentro de un círculo virtuoso, animado por hitos esenciales como la entrada en la UE y el extraordinario 1992 y sus predecesores.
Los precios de las viviendas en comparación con los salarios eran irrisorios vistos con los ojos de hoy día. Un apartamento más que decente en la playa a finales de los 80 costaba unos 50.000 EUR de hoy. Actualmente, ese mismo tipo de apartamento cuesta el triple.
Ahí el círculo virtuoso encontró su siguiente filón y también su muerte por explosión. A principios de los 2000 se comienza a hinchar la burbuja que terminaría explotando a finales de la década.
España hoy tiene un PIB menor que el de 2007. Y no se prevé que vuelva a superarlo hasta 2025. Es decir, dos décadas sin crecimiento.
Todas las oportunidades que hubo gracias al crecimiento de los 80, 90 y principios de los 2000, de 2007 a 2025 no las hay. Es decir, los nacidos en los 80-90 no tienen acceso a ese océano de posibilidades de prosperidad que sus padres tuvieron.
Con un agravante, a diferencia de sus padres, fuimos criados en el acomodamiento de la abundancia. En la certeza de que cada año sería mejor, con más medios materiales, que el anterior. El acomodamiento que nos llevó a tener una mayoría de universitarios mediocres, con todo el tiempo del mundo para completar sus estudios. Una generación que no conoce el sacrificio.
¿Y los de los 60-70? Pues mucho más cercanos a la generación de sus padres, ya que entraron en el mercado laboral en los últimos años del crecimiento y pudieron tomar posiciones.
Hasta aquí la crónica. ¿Cómo seguimos? Tres conclusiones, o sugerencias, que me aplico, pues consejos no doy que para mí no tengo:
1.- Evitar tener de referencia en cuanto a poder adquisitivo a nuestros padres. El contexto y las reglas del juego son otras.
2.- Desarrollar la capacidad de sacrificio y ambición con la que no nos hemos educado. Nunca es tarde. Sacrificio es una consecuencia de la ambición. Ambición por crecer, haciendo crecer. No es contradictorio con disfrutar de la vida, es indispensable para ello para el medio y largo plazo, y saludable para el corto.
3.- Pensamiento crítico. Vivimos bajo el constante adoctrinamiento de polos opuestos. Es más cómodo y tiene mayor reconocimiento posicionarse que cuestionarse. Ante el adoctrinamiento necesitamos realizar un mayor esfuerzo por valorar con criterio propio. Y, por cierto, no es necesario publicarlo en ninguna red social.
Y, sobre todo, ánimo. Las cosas no ocurren por azar, hay que conseguir que ocurran, así el azar se pondrá de nuestro lado.