domingo, 5 de febrero de 2012

Emes de Sevilla

Un fin de semana complicado desde el punto de vista gastrointestinal, unido a los hábitos del nuevo miembro de la familia me han llevado a reparar en algo. Sevilla es una ciudad de emes. Sí, de emes. Esa cosa maloliente que los cursis llaman "eme" porque la palabra real es de mal gusto. Eugenio no es cursi, pero sí fino y elegante.

Tanto es así que, como cualquier otro minino, nació educado en las buenas maneras. Sabe dónde tiene que hacer sus cositas -otra cursilería- desde el primer día. Sin embargo, a la raza intelectualmente inferior al gato, aunque conocida como "mejor amigo del hombre", hay que ir recogiéndole sus "caquitas" de la acera con la mano. Por muy a través de un plástico que sea. Me está costando acostumbrarme. Ya lo sé, Eu, ya lo sé, me lo advertiste.

Y, claro, ahora me fijo en algunos detalles. ¿Cómo una ciudad que vive del turismo puede permitirse la porquería que generan los coches de caballos? ¿Por qué no se obliga a que lleven las bolsas traseras que en cualquier ciudad civilizada es condición indispensable? Yo asumo la responsabilidad de recoger los regalitos de mi Capi mientras mi calle puede estar impunemente regada de soberbias cagadas de caballos. Amén de la peste inmunda de las zonas donde se agolpan los coches de paseo, véase debajo mismo de la Giralda. Aquí eso daiguá. Al menos perfuman el establecimiento homónimo, Eme de Mentira.

Y ya puestos a plantar pinos, sigamos plantando, que sean de 178 metros:


Daiguá incluso lo que diga una tal Unesco. Daiguá que con la crisis esto sea algo así como una obscenidad. Daiguá que el pino lo paguemos tú y yo. Daiguátó. El único sentido que le ve Eugenio es que la zona sea una especie de cajetín de arena donde defecar, ya que justo al lado del actualmente defecado quedó este truño depositado 20 años antes:


También vinculado, por cierto, a la gestora bananera de nuestra Comunidad.

Con todo esto Eugenio no puede más que entender y aplaudir que su buen amigo Vozme, arquitecto, huya en busca de un presente y un futuro mejor en otro rincón del mundo. Mucha suerte compañero. O como solía responder Eugenio cuando era estudiante y le deseaban suerte: "suerte no, justicia".