sábado, 27 de febrero de 2010

Lluvias, pantanos, Franco

Qué nos gusta hablar del tiempo, especialmente en los ascensores. Con los temporales que tenemos, nos pasamos el día hablando del tiempo, como si viviéramos encerrados en un ascensor.

Le contaba ayer a Eugenio una carta al director que leí en el ABC de Madrid. Un señor, con nombre señorial, dos apellidos bien largos, compuestos, escribía acerca de aquellos famosos pantanos de Franco. Alguna vez habréis oído hablar de las multitudinarias inauguraciones de pantanos en el régimen franquista, grabadas en el No-Do.

Venía a decir la carta de este señor que ahora parece estar muy de moda ridiculizar y reirse de Franco. Es un signo de modernidad, progresismo y democracia. Pero se preguntaba si por culpa de romper con todo lo que oliera a franquista, se habían dejado de hacer pantanos. Como consecuencia, los que tenemos -los de Franco- no han sido capaces de soportar las intesas lluvias y, de ahí, las costosas inundaciones que se están sufriendo en muchos lugares. En definitiva, concluía que el principal motivo de las inundaciones ha sido el no dar continuidad a la construcción de ciertas infraestructuras, emblemáticas en la época de Franco.

Eugenio, afortunadamente, no conoció aquella etapa anterior, ni le hubiera gustado conocerla. No obstante, tiene claro que el verdadero avance no se consigue mirando atrás, tan atrás. En cualquier caso, las cosas hay que ponerlas en una balanza, como dice Dogen...

domingo, 21 de febrero de 2010

La cosa está chunga, tela

4 millones de parados. A los unos les ha crecido mientras gobiernan. A los otros se les llena la boca con la cifra y la utilizan como arma electoral. Así nos va.

Afortunadamente, Eugenio en su entorno no vive de primera mano esta tragedia. Afortunadamente, sólo en parte; el esfuerzo diario y la trayectoria también tienen mucho que ver. El motivo principal por el que el paro no lo conoce más que de oídas es que su entorno no está en los perfiles de más riesgo - aquellos sin estudios universitarios, sector de la construcción, especulación inmobiliaria...- Por eso, el otro día le sorprendió una anécdota que le conté al volver de viaje.

Le decía que tuve una reunión en la oficina de obra de una constructora en el Levante español. Mientras intercambiaba, al terminar la reunión, las últimas frases protocolarias con el jefe del proyecto en la entrada de la oficina, vi que aparcó un BMW, con matrícula de hace unos 4 o 5 años. Se bajó un hombre de treinta y tantos, vestido de sport y buen porte. Se acercó al jefe del macroproyecto educadamente. En ese momento hubiera apostado a que se trataba de un empleado suyo, que se disponía a darle algún reporte o consultarle algún asunto. Cuál fue mi sorpresa cuando le dijo: "Buenos días, ¿tenéis algún puesto de trabajo libre? Yo hago cualquier cosa, pero, vamos, que lo que se me da bien es soldar."

Después de que, muy cortés, el jefe del proyecto lo mandara a tomar viento fresco, el hombre se marchó por donde vino, cabizbajo. Realmente me dio mucha pena. Y también me vino a la cabeza una afirmación reciente de José María Carrascal -sí, aquel de las corbatas-: "En España nos creímos ricos sin serlo".

Para no terminar con este mal regusto, un toque de humor al paro con el mito Paco Gandía. Efectivamente, los mitos nunca mueren.

sábado, 13 de febrero de 2010

Algunos libros recomendados, y otros que no

Con el tiempo que hace este fin de semana, Eugenio no se va a alejar mucho del brasero. Como quizá alguno de sus seguidores tampoco lo haga, va a recomendaros un par de libros entretenidos y a sugeriros que no os decidáis por otros.

La primera recomendación es El hombre que esculpió a Dios, de Fernando Carrasco. Un libro para cualquier momento del año, pero muy a propósito para la Cuaresma que está al caer. Es una novela ambientada en Sevilla, en la que transcurren dos tramas paralelas. La primera en el Barroco sevillano, mientras Juan de Mesa esculpe al Señor de Sevilla. La segunda, en la actualidad; con un gran misterio sobre la obra de Juan de Mesa (Montserrat, Amor, Gran Poder...), unos extraños asesinatos y una restauradora del IAPH como protagonista. La acción es muy rápida desde el principio, las páginas no se leen, se devoran. Las descripciones son precisas, a la vez que ligeras, con muchos guiños que el sevillano fácilmente reconocerá. En ningún momento el libro se hace pesado y consigue plenamente lo que busca: entretener, y dar un pellizquito a los que algo le guste la Semana Santa.

Para que no tachen a Eugenio de sevillanito, no recomienda en absoluto La piel del tambor, de Pérez Reverte. Horroroso libro, también ambientado en Sevilla, pero que hace uso de todos los tópicos. Las descripciones de la ciudad contienen más errores que aciertos, son pesadas y sólo buscan el adorno superfluo del afamado autor. El final es de chiste, pero de los malos.

Por contra, muy recomendable es Los asesinatos de Manhattan, de Preston y Child. Por el título queda bastante claro de qué va y dónde está ambientado. Desde la primera escena mantiene un nivel máximo de intriga y tensión. Está dividido en pequeños capítulos de no más de 5-6 páginas que siempre invitan a leer el siguiente, sin parar hasta llegar al final. Además, a aquellos que hayan tenido la suerte de visitar Nueva York, les resultará fácil reconocer lugares por los que pasearon...

Pero no os veáis tentados a decidiros por Next, de Michael Crichton. A pesar de que Crichton tiene otros títulos muy recomendables como Rescate en el Tiempo, Next es una mezcla de muchas historias paralelas en relación con la investigación genética y la sucia comercialización de sus resultados. Al libro le falta columna vertebral, y son tantas las historias que se entrelazan que se tiene la constante sensación de estar perdido y no saber a dónde va la trama. Si es que va a algún sitio.

Y como no sólo de leer vive el hombre (y menos en España), para terminar, nada mejor que irse preparando para el siguiente episodio de Lost, con una espeluznate mirada furtiva...

domingo, 7 de febrero de 2010

Lost, Perdidos

Acabo de terminar de ver con Eugenio los dos primeros capítulos de la última temporada de Lost. Siendo nosotros poco amigos de seguir series, y menos de ciencia-ficción, hace unos cuantos años que nos acabamos enganchando, siguiendo alguna cercana sugerencia.

La primera temporada la vimos intermitentemente en la Primera, con unos horarios raros y cambiantes. A duras penas, nos convenció. Los 24 capítulos de la segunda temporada los engullimos en un sólo fin de semana. En ese momento, Eugenio y yo estábamos al día; esperando que empezase la tercera temporada.

Desde entonces en adelante, la situación quedó establecida: en la oficina tenemos un camello que nos pasa los episodios al día siguiente del estreno en USA, los vemos con verdadero ansia, después entramos en la Lostpedia para repasar el capítulo y descubrir cosas en las que no hemos reparado; yo le cuento a Eugenio las teorías que afloran en los desayunos del trabajo, paladeamos esas frases míticas en inglés e incluso el camello me regaló una camiseta de la Dharma Iniative...sí, al que escribe. Insólito.

Pues aquí el de la camiseta y su gato, después de ver los dos primeros capítulos de la temporada final, se reafirman en lo que dijeron al ver el último de la temporada anterior: porque sólo queda una temporada, que si no abandonamos.

Es cierto que sigue conservando la tremenda intriga que en su día nos enganchó; pero con tanto alargue, rizado del rizo y tirabuzones que brotan de tirabuzones ya tirabuzoneados, lo están estropeando. Poderoso caballero es don dinero, Lost ha caído enfermo como en su día cayó Médico de Familia o Los Serrano. Venga todos esos frikis con las manos a la cabeza. Aquí Eugenio y yo no nos creemos ni borrachos que el guión de la serie estuviera escrito desde el principio.

Veremos esta temporada confiando en que sea la última, a ver en qué queda. Lost, Perdidos.