Acabo de terminar de ver con Eugenio los dos primeros capítulos de la última temporada de Lost. Siendo nosotros poco amigos de seguir series, y menos de ciencia-ficción, hace unos cuantos años que nos acabamos enganchando, siguiendo alguna cercana sugerencia.
La primera temporada la vimos intermitentemente en la Primera, con unos horarios raros y cambiantes. A duras penas, nos convenció. Los 24 capítulos de la segunda temporada los engullimos en un sólo fin de semana. En ese momento, Eugenio y yo estábamos al día; esperando que empezase la tercera temporada.
Desde entonces en adelante, la situación quedó establecida: en la oficina tenemos un camello que nos pasa los episodios al día siguiente del estreno en USA, los vemos con verdadero ansia, después entramos en la Lostpedia para repasar el capítulo y descubrir cosas en las que no hemos reparado; yo le cuento a Eugenio las teorías que afloran en los desayunos del trabajo, paladeamos esas frases míticas en inglés e incluso el camello me regaló una camiseta de la Dharma Iniative...sí, al que escribe. Insólito.
Pues aquí el de la camiseta y su gato, después de ver los dos primeros capítulos de la temporada final, se reafirman en lo que dijeron al ver el último de la temporada anterior: porque sólo queda una temporada, que si no abandonamos.
Es cierto que sigue conservando la tremenda intriga que en su día nos enganchó; pero con tanto alargue, rizado del rizo y tirabuzones que brotan de tirabuzones ya tirabuzoneados, lo están estropeando. Poderoso caballero es don dinero, Lost ha caído enfermo como en su día cayó Médico de Familia o Los Serrano. Venga todos esos frikis con las manos a la cabeza. Aquí Eugenio y yo no nos creemos ni borrachos que el guión de la serie estuviera escrito desde el principio.
Veremos esta temporada confiando en que sea la última, a ver en qué queda. Lost, Perdidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario