domingo, 24 de mayo de 2020

Preguntas y Respuestas

Todos necesitamos encontrar las respuestas correctas. Eugenio, como felino ágil, de buenos reflejos las busca a la velocidad del rayo.

Pero más a menudo de lo deseable, las respuestas encontradas nos llevan a largos caminos sin salida. A atractivas complicaciones. "El ser humano adora lo complejo", ha escuchado Eugenio repetidamente a un veterano gato.

Es habitual enredarnos en el "cómo" hacer algo, habiendo pasado de puntillas por el "qué" queremos hacer, o directamente sin haber pasado por él. El "cómo" lleva a la acción, a la coordinación y, sobre todo, lleva a mostrar públicamente que algo se está haciendo. Cuanto más complejo, más gratificante. ¿Pero para "qué"? En la mayoría de los casos para nada, o para poco, o para algo que nada tiene que ver con lo que realmente se necesita.

Ante cualquier situación Eugenio procura detenerse a observar con detenimiento y sigilo a su presa antes de atacar. Eugenio se pregunta "qué" quiere obtener. Desde ese momento, su "qué" es el objetivo primordial. Todos los "cómos" van detrás, por el camino más corto, por el que menos recursos requiera, siempre que garanticen obtener el "qué". Los "cómos" nunca pueden desviarle de conseguir su "qué". Si le desvían, por muy atractivos y aparentes que sean, no le sirven.

Eugenio es felino, pero no infalible. Se equivoca. No tiene miedo al error si se ha hecho las preguntas adecuadas para definir su "qué" y no ha conseguido que los "cómos" fueran efectivos. Lo que se reprocha son las situaciones en las que confunde agilidad con precipitación y salta al "cómo" sin haber definido el "qué". No se lo tolera a él mismo.

Lo que hoy nos quiere decir Eugenio es que no busquemos nunca las respuestas correctas. Busquemos siempre las preguntas correctas. Concisas, no interpretables. Son las que nos llevarán, la mayoría de las veces, a las respuestas correctas.

Tan obvio como que para conseguir una respuesta, hay que hacer siempre una pregunta.





domingo, 17 de mayo de 2020

La Gente



Hace años que nada se publica por aquí. Entonces se hacía por el placer de escribir y el gusto de ser leído. Ahora será solo por lo primero. Probablemente nadie lea estas líneas, ni las que vengan. A Eu poco le importa. Hace un par de veranos, si no son tres, maulla por los tejados celestiales.

Eugenio se vuelve especialmente irascible cuando oye a personas que critican "a la gente". A la gente que ahora sale a la calle y no cumple rigurosamente los mandatos de los Reales Decretos. En las empresas, esa gente no cumple rigurosamente lo que se les marca desde la Dirección. Algunos directivos, la mayoría, encuentran las explicaciones a sus desviados KPIs en que la gente no sigue lo que ellos marcan. O se lo saltan.

Eugenio muestra colmillos, echa las orejas hacia atrás, encrespa el pelo y bufa.

Es más sencillo. Cuando alguien se equivoca gravemente, es porque podía equivocarse gravemente. La mala fe es, con diferencia, la menor de las veces.

Muy cómodo criticar a la gente para el opinador o Gobernante de turno. Más cómodo aún criticar a los trabajadores para el directivo de turno.

Ahí reside la línea que separa la soberbia de la mediocridad y la humildad de la excelencia.

Ayudemos a que las normas sean útiles y cumplibles. Exijámonos que las normas sean útiles y cumplibles.

Antes de culpar a la gente de tus problemas, cúlpate a ti. Mírate el ombligo. Huye de la soberbia, espanta la mediocridad. Sé humilde, busca la excelencia.

Eu se fue. Eugenio sigue.