sábado, 14 de noviembre de 2020

1998. La EM y Quo Vadis

Octubre de 1998, Sevilla. La máxima ambición de un grupo de amigos de 2º BUP es entrar en la EM. O en EM. Esencial distinción. Los adolescentes sevillanos se diferenciaban entre los que quedaban en Plaza Nueva, o en la Plaza Nueva. Los que llevaban barbour, apestoso, pero barbour, y los que no. Los que decían la EM, y los que iban a EM.

Nosotros queríamos ir a la EM, aunque no tendríamos inconveniente en quedar en Plaza Nueva para ir a EM, si de ligar con una pijilla se trataba. Una de las que los viernes cambiaba el uniforme de falda de cuadros por un palabra de honor.

En la EM sonarían Desátame de Mónica Naranjo, Up and Down de los Vengaboys y Freed from desire, de Gala, con los que nos escantaríamos en bailes más espasmódicos que rítmicos. Hasta nos subiríamos a las plataformas para que se nos viera.

Éramos 3, una vez abierto el camino, se unirían otros. Quedada a las 22.20 en el Meliá Sevilla. Uno vivía cerca de allí, los otros dos tan lejos que da igual dónde se quedara. Desde allí, andando a la EM. Llamada de camino a alguna chavala, desde una cabina, siempre lo cogería el padre. Sin erótico resultado. Trayecto de alto riesgo para 3 pipiolos, expuestos a que un grupito de canis les mangaran. Dinero justo para la entrada con consumición, aguantar con un Malibú con Piña toda la noche (hasta las 1.30 h) y el taxi de vuelta. Es decir, 1.000 ptas.

Bien, pero la clave era poder entrar. Edad mínima, 16 años. Nosotros con 15. Los porteros, auténticos armarios empotrados inmisericordes. Si no se acreditaban los 16 años con el DNI, te mandaban de vuelta a casa. Para entrar con menos de 16 había pocas opciones: parecer mayor de 16 y que no te pidieran el carnet, carnet falso con las incipientes impresoras a color, o ser tía.

Uno de los 3 protagonistas se sacó de la chistera una opción diferente. Llevar el carnet de otro. Concretamente el de un amigo del barrio de un año más. Con el mismo canijaso en la cara que él, foto del DNI en blanco y negro con parecido razonable, ningún interés por la EM y todo por la película porno de Canal +.

Hablamos de 1998. No hay internet. Ni siquiera C47. El onanismo solo podía abordarse con la raja de la falda de Ana Rosa Quintana en Sabor a Ti, los Vigilantes de la Playa a las 8 era puro. Y la porno de Canal +, la más alta y exclusiva cota.

El trato: todos los viernes por la tarde el amigo mayor entregaría el DNI y una cinta VHS. El sábado por la mañana el que había ido a la EM le devolvería el DNI y la cinta VHS con la porno grabada, antes de coger el 27 para ir a jugar su partido de distrito. La cinta siempre fue Quo Vadis. Para despistar y porque así era de 480 minutos.

La grabación era un operación igualmente de alto riesgo. Programación del video en modo LP para asegurar el servicio completo, sin cortes inoportunos. El ruido que hacían los cabezales al comenzar la grabación solo era comparable al que haría un par de años después el modem al conectar a Internet. Difícil no desperar a los padres acostados. Si no es que el padre estaba preparado para ver la película y saltaba el vídeo solo. Por último, extraer la cinta por la mañana y meterla en la bolsa de las botas de futbito, con el bonobús sin trasbordo.

El trato funcionó bien hasta la primavera del 99. La grabación fue tristemente descubierta por lo padres del adolescente de la EM. No hubo jornada de distrito un sábado. Les pareció un buen plan ver Quo Vadis.

 



domingo, 24 de mayo de 2020

Preguntas y Respuestas

Todos necesitamos encontrar las respuestas correctas. Eugenio, como felino ágil, de buenos reflejos las busca a la velocidad del rayo.

Pero más a menudo de lo deseable, las respuestas encontradas nos llevan a largos caminos sin salida. A atractivas complicaciones. "El ser humano adora lo complejo", ha escuchado Eugenio repetidamente a un veterano gato.

Es habitual enredarnos en el "cómo" hacer algo, habiendo pasado de puntillas por el "qué" queremos hacer, o directamente sin haber pasado por él. El "cómo" lleva a la acción, a la coordinación y, sobre todo, lleva a mostrar públicamente que algo se está haciendo. Cuanto más complejo, más gratificante. ¿Pero para "qué"? En la mayoría de los casos para nada, o para poco, o para algo que nada tiene que ver con lo que realmente se necesita.

Ante cualquier situación Eugenio procura detenerse a observar con detenimiento y sigilo a su presa antes de atacar. Eugenio se pregunta "qué" quiere obtener. Desde ese momento, su "qué" es el objetivo primordial. Todos los "cómos" van detrás, por el camino más corto, por el que menos recursos requiera, siempre que garanticen obtener el "qué". Los "cómos" nunca pueden desviarle de conseguir su "qué". Si le desvían, por muy atractivos y aparentes que sean, no le sirven.

Eugenio es felino, pero no infalible. Se equivoca. No tiene miedo al error si se ha hecho las preguntas adecuadas para definir su "qué" y no ha conseguido que los "cómos" fueran efectivos. Lo que se reprocha son las situaciones en las que confunde agilidad con precipitación y salta al "cómo" sin haber definido el "qué". No se lo tolera a él mismo.

Lo que hoy nos quiere decir Eugenio es que no busquemos nunca las respuestas correctas. Busquemos siempre las preguntas correctas. Concisas, no interpretables. Son las que nos llevarán, la mayoría de las veces, a las respuestas correctas.

Tan obvio como que para conseguir una respuesta, hay que hacer siempre una pregunta.





domingo, 17 de mayo de 2020

La Gente



Hace años que nada se publica por aquí. Entonces se hacía por el placer de escribir y el gusto de ser leído. Ahora será solo por lo primero. Probablemente nadie lea estas líneas, ni las que vengan. A Eu poco le importa. Hace un par de veranos, si no son tres, maulla por los tejados celestiales.

Eugenio se vuelve especialmente irascible cuando oye a personas que critican "a la gente". A la gente que ahora sale a la calle y no cumple rigurosamente los mandatos de los Reales Decretos. En las empresas, esa gente no cumple rigurosamente lo que se les marca desde la Dirección. Algunos directivos, la mayoría, encuentran las explicaciones a sus desviados KPIs en que la gente no sigue lo que ellos marcan. O se lo saltan.

Eugenio muestra colmillos, echa las orejas hacia atrás, encrespa el pelo y bufa.

Es más sencillo. Cuando alguien se equivoca gravemente, es porque podía equivocarse gravemente. La mala fe es, con diferencia, la menor de las veces.

Muy cómodo criticar a la gente para el opinador o Gobernante de turno. Más cómodo aún criticar a los trabajadores para el directivo de turno.

Ahí reside la línea que separa la soberbia de la mediocridad y la humildad de la excelencia.

Ayudemos a que las normas sean útiles y cumplibles. Exijámonos que las normas sean útiles y cumplibles.

Antes de culpar a la gente de tus problemas, cúlpate a ti. Mírate el ombligo. Huye de la soberbia, espanta la mediocridad. Sé humilde, busca la excelencia.

Eu se fue. Eugenio sigue.