Todos necesitamos encontrar las respuestas correctas. Eugenio, como felino ágil, de buenos reflejos las busca a la velocidad del rayo.
Pero más a menudo de lo deseable, las respuestas encontradas nos llevan a largos caminos sin salida. A atractivas complicaciones. "El ser humano adora lo complejo", ha escuchado Eugenio repetidamente a un veterano gato.
Es habitual enredarnos en el "cómo" hacer algo, habiendo pasado de puntillas por el "qué" queremos hacer, o directamente sin haber pasado por él. El "cómo" lleva a la acción, a la coordinación y, sobre todo, lleva a mostrar públicamente que algo se está haciendo. Cuanto más complejo, más gratificante. ¿Pero para "qué"? En la mayoría de los casos para nada, o para poco, o para algo que nada tiene que ver con lo que realmente se necesita.
Ante cualquier situación Eugenio procura detenerse a observar con detenimiento y sigilo a su presa antes de atacar. Eugenio se pregunta "qué" quiere obtener. Desde ese momento, su "qué" es el objetivo primordial. Todos los "cómos" van detrás, por el camino más corto, por el que menos recursos requiera, siempre que garanticen obtener el "qué". Los "cómos" nunca pueden desviarle de conseguir su "qué". Si le desvían, por muy atractivos y aparentes que sean, no le sirven.
Eugenio es felino, pero no infalible. Se equivoca. No tiene miedo al error si se ha hecho las preguntas adecuadas para definir su "qué" y no ha conseguido que los "cómos" fueran efectivos. Lo que se reprocha son las situaciones en las que confunde agilidad con precipitación y salta al "cómo" sin haber definido el "qué". No se lo tolera a él mismo.
Lo que hoy nos quiere decir Eugenio es que no busquemos nunca las respuestas correctas. Busquemos siempre las preguntas correctas. Concisas, no interpretables. Son las que nos llevarán, la mayoría de las veces, a las respuestas correctas.
Tan obvio como que para conseguir una respuesta, hay que hacer siempre una pregunta.
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