domingo, 17 de mayo de 2020

La Gente



Hace años que nada se publica por aquí. Entonces se hacía por el placer de escribir y el gusto de ser leído. Ahora será solo por lo primero. Probablemente nadie lea estas líneas, ni las que vengan. A Eu poco le importa. Hace un par de veranos, si no son tres, maulla por los tejados celestiales.

Eugenio se vuelve especialmente irascible cuando oye a personas que critican "a la gente". A la gente que ahora sale a la calle y no cumple rigurosamente los mandatos de los Reales Decretos. En las empresas, esa gente no cumple rigurosamente lo que se les marca desde la Dirección. Algunos directivos, la mayoría, encuentran las explicaciones a sus desviados KPIs en que la gente no sigue lo que ellos marcan. O se lo saltan.

Eugenio muestra colmillos, echa las orejas hacia atrás, encrespa el pelo y bufa.

Es más sencillo. Cuando alguien se equivoca gravemente, es porque podía equivocarse gravemente. La mala fe es, con diferencia, la menor de las veces.

Muy cómodo criticar a la gente para el opinador o Gobernante de turno. Más cómodo aún criticar a los trabajadores para el directivo de turno.

Ahí reside la línea que separa la soberbia de la mediocridad y la humildad de la excelencia.

Ayudemos a que las normas sean útiles y cumplibles. Exijámonos que las normas sean útiles y cumplibles.

Antes de culpar a la gente de tus problemas, cúlpate a ti. Mírate el ombligo. Huye de la soberbia, espanta la mediocridad. Sé humilde, busca la excelencia.

Eu se fue. Eugenio sigue.


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