Un fin de semana complicado desde el punto de vista gastrointestinal, unido a los hábitos del nuevo miembro de la familia me han llevado a reparar en algo. Sevilla es una ciudad de emes. Sí, de emes. Esa cosa maloliente que los cursis llaman "eme" porque la palabra real es de mal gusto. Eugenio no es cursi, pero sí fino y elegante.
Tanto es así que, como cualquier otro minino, nació educado en las buenas maneras. Sabe dónde tiene que hacer sus cositas -otra cursilería- desde el primer día. Sin embargo, a la raza intelectualmente inferior al gato, aunque conocida como "mejor amigo del hombre", hay que ir recogiéndole sus "caquitas" de la acera con la mano. Por muy a través de un plástico que sea. Me está costando acostumbrarme. Ya lo sé, Eu, ya lo sé, me lo advertiste.
Y, claro, ahora me fijo en algunos detalles. ¿Cómo una ciudad que vive del turismo puede permitirse la porquería que generan los coches de caballos? ¿Por qué no se obliga a que lleven las bolsas traseras que en cualquier ciudad civilizada es condición indispensable? Yo asumo la responsabilidad de recoger los regalitos de mi Capi mientras mi calle puede estar impunemente regada de soberbias cagadas de caballos. Amén de la peste inmunda de las zonas donde se agolpan los coches de paseo, véase debajo mismo de la Giralda. Aquí eso daiguá. Al menos perfuman el establecimiento homónimo, Eme de Mentira.
Y ya puestos a plantar pinos, sigamos plantando, que sean de 178 metros:
Daiguá incluso lo que diga una tal Unesco. Daiguá que con la crisis esto sea algo así como una obscenidad. Daiguá que el pino lo paguemos tú y yo. Daiguátó. El único sentido que le ve Eugenio es que la zona sea una especie de cajetín de arena donde defecar, ya que justo al lado del actualmente defecado quedó este truño depositado 20 años antes:
También vinculado, por cierto, a la gestora bananera de nuestra Comunidad.
Con todo esto Eugenio no puede más que entender y aplaudir que su buen amigo Vozme, arquitecto, huya en busca de un presente y un futuro mejor en otro rincón del mundo. Mucha suerte compañero. O como solía responder Eugenio cuando era estudiante y le deseaban suerte: "suerte no, justicia".
Querido Eugenio, siempre me quedará una duda: el problema es de la torrecita que quieren edificar o de la ciudad donde lo quieren hacer?
ResponderEliminarEstá claro que pantar un rascacielos ahí no viene a cuento. No es La Defense parisina, ni Manhattan... es La Cartuja de Sevilla, ese solar desurbanizado.
Pero por qué en Sevilla no podría haber una Defense estructurada? Por qué nos tenemos que atragantar con Pelliscos, Torretrianatos a los SanAngelo Romanus, Champiñones Alucinógenos, Bibliotecones Interruptus y Estadios para bautismos evangélicos?
Cómo diría el Perrochico de Mourinho: por qué?
Y vuelvo en este punto al inicio: la culpa es de la torrecita? o de la ciudad?
Un abrazo.
Admirado Miniurgo, eso digo yo, por qué? Y añado, si fuera posible, por qué la modernidad habría de plasmarse en altura? Ahí sí que vetaría por la exclusividad que merece la Giralda en nuestra ciudad. Pero, acaso no hay más dimensiones para una brisa de modernidad...que no de modernismo?
EliminarA la última pregunta: la culpa es, sin duda, de la ciudad. Confío en que el pino de verdad deje de plantarse.
Un abrazo fuerte
Una pena que habiendo en la propia ciudad arquitectos consagrados mundialmente, no se les haya escuchado, ni tenido en cuenta a la hora de asumir grandes proyectos para la ciudad.
ResponderEliminarDa igual que sean mucho más coherentes con sus propuestas (que se tenga que decir a un alemán que cambie el recubrimiento de las setas porque siendo metálicas, el verano no sería muy agradable por aquellos lares, da que pensar).
Y por supuesto, da igual que pudiendo generar tanto empleo en la propia ciudad, se decida generarlo fuera. Quizás lo siguiente sea importar jamón parmesano italiano, porque tiene más fama mundialmente. Es lo que importa no?
Un saludo muy grande Eu. Se os va a echar de menos muchísimo.
Vozme, te has destapado con un comentario lleno de contenido brutal. Eugenio ha quedado absolutamente maravillado, mientras asentía sonriendo.
EliminarPermíteme pedirte públicamente que abras ese blog que tu estancia en Chile merece y que desde la perspectiva que dan los kilómetros nos analices las miserias de nuestra ciudad, amén de relatarnos algunas de tus aventuras sudaméricanas.
Aguardamos sedientos tu humor y sarcasmo para poder echarte menos de menos.
Un abrazo grande!
De los truños ecuestres, mi opinión es ya conocida. Véase mi comentario en “Modernismo a lomos de un poni”. No obstante, haré un breve inciso. Ya sea porque ningún alcalde ha tenido pantalones o porque en Sevilla cambiar cualquier cosa cuesta la misma vida, seguimos teniendo que convivir con los aromas que a diestro y siniestro invaden nuestra ciudad. Que si no hay financiación para los pañales, que si los clientes tienen que soportar el tufo durante todo el trayecto, que si adaptar las paradas con armarios dotados de útiles de limpieza es un despropósito… aquí la cosa es no hacer nada incumpliendo interminablemente la paradoja de Heráclito.
EliminarEnlazando con esta incontestable verdad (en Sevilla es materialmente imposible cambiar nada por la oposición generalizada que ello genera), está el proyecto de la Torre Pelli. Por un lado, el proyecto en sí es la leche y cuenta con la máxima distinción energética y de edificación a nivel europeo. Se encuentra fuera del casco antiguo y podría, por qué no, llegar a convertirse en un emblema de la ciudad. Todas las grandes obras han encontrado la oposición de la opinión pública en un inicio. Al arquitecto del Ensanche de Barcelona casi lo decapitan y posiblemente cuando el Empire State tocó el techo de Nueva York, pasaría algo similar.
Surgen cuestiones encontradas, ¿es necesario un edificio de chopecientas plantas en medio de la nada? ¿Tiene sentido en esa ubicación concreta, con ese aspecto concreto? ¿Realmente es tal su “impacto visual negativo”? ¿Todo se ciñe a que la Giralda no tenga competencia?
En esta inamovible Sevilla, donde Heráclito se hubiera cortado las venas, parece difícil encontrarle sentido a las Setas o a este super rascacielos.
Con la que está cayendo, cuando muchas familias habrán tenido que encerrar bajo llave su orgullo y su dignidad para ir a cualquier oficina de Cajasol a mendigar que no les quitaran sus casas por no poder pagar las hipotecas, un dispendio de estas características, puede resultar insultante.
A título personal, me pregunto si el proyecto no estará hecho a la medida de quien solo busca aires de grandeza. Posiblemente piense el Sr. Pulido que su nombre pasará a los anales de la historia por haber sido el Cid que combatió a los Unescomoros. Inocente, debería saber que Sevilla no es ciudad de cantares, sino de saetas, pero no de las que se cantan, sino de las que fulminan sin errar su dirección.