sábado, 13 de marzo de 2010

Una tarde de Cuaresma

Me preguntaba el otro día Eugenio cómo es eso de la Cuaresma, ese tiempo al que el ABC le dedica 4 páginas diarias. Justo le había constestado yo un email a un admirado amigo contándole qué había hecho la tarde anterior. Una tarde de Cuaresma.

Como cada uno tiene sus vivencias -palabro muy capillítico-, aquí va una mía; reproduzco literalmente el email para que Eugenio, y a quien más le interese, se entretenga:

Muy buenos días señores,

Qué bien sienta este artículo
-me refería a uno de Paco Robles- en una mañana de Cuaresma, justo después de zamparme un mollete de pringá monumental. Viernes de Cuaresma y mollete de pringá, paradoja. Que me perdone la señora vigilia.

Ayer fui a por mi papeleta de sitio; el primer día de reparto, como todos los años. Empezaba a las 6, allí estaba yo a las 5. Entre que la gente es mu agonía, hay mucho paro y había alguna que otra mujer deseando estrenar túnica, me dieron el número 45.

A las 6 de la tarde se asoma a la puerta un ransio miembro de la Junta e informa que el servidor, informático, está averiado. Hay un técnico trabajando en ello y espera tenerlo arreglado antes de las 7. El escaso nivel cultural de mis hermanos arrojaba los más típicos comentarios catetos acerca de ordenadores y nuevas tecnologías. Dos horas escuchando de fondo fantasmas y sus historietitas sobre estaciones de penitencia anteriores, lo maravilloso que es el AVE, que a otro no le gusta Madrid y al de la moto que Montezeirín es un beserro.

Sale de nuevo el de la chaquetita ceñida y la corbata incalificable. No nos puede garantizar que el problema se vaya a solucionar hoy -por ayer-. Nos pide disculpas y ofrece, al que quiera, acceso prioritario para otro día de reparto o, como alternativa, dejar su nombre para que se le saque la papeleta y se pase a recogerla cuando pueda. Como la gran mayoría de los que allí estaban necesita algo que hacer por las tardes, me vi prácticamente solo dejando mi nombre para no tener que volver otro día a perder el tiempo.


El email acababa con su correspondiente cariñosa despedida, que a nadie más que al tándem visueño interesa. Lo que sí que resulta interesante es ir a tomar una copa al Garlochi, sito en la calle Boteros. Un buen día me llevó mi compadre carioca con una incóginta: "Manue, te voy a llevar a un sitio que no sé si te va a indignar o te va a encantar". Me encantó.

He estado buscando fotos y vídeos para ponéroslos aquí; pero ninguno hace justicia a lo que realmente uno se encuentra al entrar en el local. Calle Boteros 26, entre la Plaza de San Pedro y la Alfalfa. A nadie deja indiferente.

1 comentario:

  1. Garlochí y Pepe el Muerto, lo mejor de la zona, resisten el paso del tiempo y ganan con la edad atrayendo y fidelizando generaciones pasadas y futuras.

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